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ARTE O ZOOCIEDAD

por Nicolás Fiks

Introito.
            El objetivo de la verdadera literatura no es entretener a oficinistas de vacaciones o a señoras gordas en el colectivo. Tampoco debe ser una excusa para que momias como Ernesto Sábato nos aburran con sus discursos acerca de la peligrosidad de la tecnología, cuando él mismo publicó una de sus últimas obras por Internet.
           Hacer proselitismo hebreo, como nos tiene acostumbrados el señor Aguinis, escribiendo siempre relatos en donde se enaltece al pueblo elegido, es cansador.
           Por otro lado, la prosa de mi hijo de tres años supera ampliamente todas las expectativas de este autor.
           Andahazi y Mairal llevan la estupidez hasta el paroxismo. Tanto "El Anatomista" como "Una noche con Sabrina Love" son novelas creadas por autores con serios problemas edípicos. Estoy persuadido de que mientras escribían, utilizaban la mano que les quedaba libre para realizar ejercicios onanistas. Dalmiro Sáenz ni siquiera puede ser catalogado como escritor, pero le tengo demasiado odio como para obviarlo.
           Este hombre rudo, que mantiene una gran enemistad desde hace años con la literatura, fue pugilista.
           Sus textos están plagados de obscenidades y blasfemias. No digo que esté mal reirse de la religión (yo mismo lo hago) pero creo que es un gran pecado actuar vulgarmente cuando se es hereje.
           Estos señores que acabo de nombrar, entre otros, son los más leídos en Argentina; hecho que demuestra que por más imbécil que sea un autor siempre encuentra un lector que se le parece.Y en este país los imbéciles abundan.
           La literatura argentina huele a naftalina. Es momento de inmolar el pasado (y a todos sus exponentes) en miras de una nueva generación. Es tiempo de que las letras vuelvan a ser lo que eran: saetas envenenadas que martiricen al lector, que lo dejen desnudo en su miseria, y que cuando pida piedad, lo torturen.
           El escritor genial no es aquel que no imita a nadie, sino aquel al que nadie puede imitar.
           Son hombres elegidos que despiertan emociones en las personas, que las rescatan del mar de mediocridad en el cual se hallan sumidas merced a las tontas imposiciones y quiméricas tradiciones.
           Platón, Diógenes el Cínico, Cicerón, Séneca, San Agustín, Santo Tomás, Voltaire, Sade, Schopenhauer,Wilde, Sartre, etc.
           Literatos de ideas muy distintas, pero que tenían como primordial objetivo hacer pensar a la gente.
           Odio, desprecio, blasfemia, rencor, literatura... Eso es Ni Dios ni patria.
           El título se presta a muchas interpretaciones. Por un lado está la desesperación del individuo, que no viene de ningún lado y no va hacia ningún lado en esta vida; un animal parado en dos patas que no sabe con exactitud que hace acá, entre medio de otros animales que angustiosamente aguardan con él la Pena de Muerte Celestial.
           Es el escepticismo hacia la vida terrenal (Patria) y la supraterrenal (Dios).
           Muchos pueden llegar a pensar que este libro tiene como fin denigrar al Cristianismo, pero nada está más alejado de la verdad. Si bien es cierto que los evangelios me producen sopor, y la figura del Redentor indiferencia, no deja de ser verosímil también que podría haber satirizado al Taoísmo o al Budismo zen.
           La Santa Fe es solo un emergente. El fin de mi obra es mostrar la raíz podrida de la humanidad.
           Fue Jesús quien dijo que por los frutos conoceréis el árbol. Ni Dios ni patria es ese árbol.
           Sé que me ganaré sabrosos enemigos con este libro, aunque no los necesito, puesto que mis amigos me detestan lo suficiente.
           Mi obra está dirigida a la gente marginal: borrachos, drogadictos, homosexuales, prostitutas, y todo aquel que sienta que la vida le dio la espalda; hombres y mujeres que nada tengan para perder y mucho para mostrar. No quiero lectores con lindas existencias respaldadas por el amor materno. Conformistas que tienen como objetivo casarse, tener hijos, y ver el partido de fútbol el domingo a la noche.
           Tampoco quiero nenes académicos ni literatos con canas. Todo anciano me repugna, y más aun si osa tomar una pluma.
           Nosotros, los jóvenes, estamos moldeados por la naturaleza; ellos, los viejos, por la sociedad. Esa es nuestra diferencia.
           Y a esa gente con grandes anteojos y remeras del Che Guevara, que cursa alguna carrera humanística en las universidades estatales, la desprecio. Huelen mal y se creen que ya son escritores porque saben encontrar adverbios de modo en un texto de Benedetti.
           Insisto: Si sos un paria, una oveja descarriada que se escapó del redil del Señor, me complacerá en grado sumo tenerte como lector; pero si vas a leer este texto mientras tomas mate y comes bizcochos de grasa, luego de haber estudiado para el parcial de la facultad durante veinticuatro horas seguidas, te equivocaste de libro.
           Esto es todo. Bienvenidos a mi circo, y cuídense del hombre cuyo Dios está en los cielos.
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PAGINA ACTUALIZADA EL 14/6/2001