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Leones y camaleones
(veintiuna entrevistas)AUTOR
: Alfredo ValenzuelaPrólogo de Enrique Vila-Matas
Editorial Renacimiento. Sevilla, 2005. I.S.B.N. 84-8472-204-X
ENTREVISTA A LEOPOLDO DE TRAZEGNIESLeopoldo de Trazegnies Granda (Lima, 1941) es uno de los primeros informáticos que trabajó en España, país que recorrió de punta a cabo haciendo estudios de mercado en los primeros años 60, en lo que también fue pionero. Estudió Derecho, que no acabó por dos asignaturas, entre Madrid y Sevilla, donde fue compañero de Felipe González, al que no trató "porque tenía su grupito, que era muy cerrado". Fraga estuvo a punto de deportarlo por un artículo que escribió para un periódico peruano. Su obra es casi secreta, porque se niega a hacer ediciones comerciales de sus libros, entre los que figuran los ensayos Conjeturas y otras cojudeces de un sudaca, la novela El vuelo del caimán, las memorias Bulevar Proust. Su adoración por Cervantes, como persona y como escritor, no le impide detestar al Caballero de la Triste Figura, al que considera un intolerante que arremete contra cualquiera sin emplear la razón, el símbolo de la España fanática e inquisitorial que padeció su creador.
-¿Por qué se dedica a la literatura si no se preocupa de publicar su obra?
-La vida hay que vivirla intensamente, y la literatura te ayuda a vivir así. La realidad te enseña un aspecto de lo que ocurre y la literatura, como un prisma, te enseña muchos aspectos de la misma realidad, y eso no se puede saber si no es leyendo o escribiendo. Escribo para tratar de descubrir el mundo y vivir mejor. Para poder entender el mundo, aunque suene rimbombante. Me siento cómodo escribiendo lo que me da la gana y publicándolo yo mismo; así siento que nunca voy a molestar a nadie, como El mono que quería ser escritor satírico de Monterroso.
-¿No será que usted no se toma en serio?
-Indudablemente. Nada tiene trascendencia como para tomárselo en serio.
-O que ustedes los peruanos han hecho una épica del fracaso: Bryce con su Romaña, Iwasaki con sus desastres amorosos, o Ribeyro con La palabra del mudo.
-Bueno, el peruano es por lo general muy anti-héroe, y tiene muchas razones para serlo. Es como alguien que me dijo que no comprendía como un boliviano podía ser patriota, ¿¡patriota de qué!? (Risas). Los peruanos tenemos consciencia de nuestras limitaciones y tratamos de sacarle partido. La frase de Vargas Llosa "¿En qué momento se jodió el Perú?" ya quedará como parte de la idiosincrasia peruana. Es difícil que eso se lo pregunte un francés o un alemán; un español quizás, sobre todo si es republicano... Pero en el Perú nadie tiene la respuesta a esa pregunta porque pudo ser un gran país... ¿O en qué momento se jodió Argentina, que ya era un gran país?
-Sí, pero eso no encaja con que usted deteste al anti-héroe por antonomasia, el Quijote.
-Sí encaja porque Don Quijote no es un idealista, ni un fracasado que trata de imponer unas ideas en contra de una sociedad... Todo lo contrario, en él está el germen de toda la España inquisitorial, fanática, intolerante. Si se fija, en toda la obra se ríe sólo una vez, no tiene ningún sentido del humor, y además esa vez se ríe mal, porque se burla de Sancho Panza. Sé que decir esto es una herejía, sobre todo después de que los del 98 lo utilizaran como un icono, como un prototipo ideal, pero el personaje es un fanático, un neurótico, un intolerante que agrede al primero que se le presenta, sin contemplaciones ni razonamientos; nunca acepta la razón del otro... Cervantes parodió la España que él odiaba, todo lo que él sufrió. Él estuvo preso por deudas cuando el que quebró fue Freire, un banquero judío portugués, y lo meten en la cárcel siendo la víctima; o sea crea un personaje que representa todo lo que a él no le gusta. Los del 98 entierran al Cid y sacan a otro peor, el Quijote. El Cid por lo menos tenía una nobleza de espíritu y se enfrentó al rey y al sistema. El Quijote no, ese va dando mandobles por el campo.
-¿Por qué no amplía ese ensayo con esa visión del Quijote?
-Una de las satisfacciones que me ha dado ese librito de las Cojudeces es que se lo mandé a Monterroso, que es uno de los mejores autores en lengua castellana, y me contestó con una cartita en la que me decía que esa visión mía del Quijote da para mucho más; así que no descarto un estudio histórico-literario.
-¿Pero lo publicará o irá haciendo versiones, como hace con esas novelas que no publica?
-(Risas) Haré algunas versiones.
-Tampoco le gusta el Manual del perfecto idiota latinoamericano.
-Ese libro sobra totalmente. Es una reunión de todos los tópicos que conocemos desde hace más de un siglo en América para justificar la situación que hay en este momento, y además los ponen en la balanza de la derecha política, a la que justamente habría que cuestionar... En América ha habido siempre dos países dentro de cada país y uno ha abusado sin consideración del otro. Cualquier peruano sabe esto perfectamente bien. En el Perú ha habido siempre una élite que ha abusado del resto del país, y no lo han querido cambiar nunca. La solución no es económica, sino social, y mientras no se acabe con eso seguirán como están.
-¿Cree que en el Perú todo es susceptible de empeorar?
-Ya peor no puede ser.
-Usted dice que Oquendo y Vallejo murieron mucho en Europa, sin embargo de su abuela dice que cuando llegó a París creyó que los franceses eran los extranjeros. ¿Qué le pasó a usted?
-Yo vine a España con una idea totalmente equivocada, la que nos enseñaron en Lima, en el colegio, unos curas que yo no sé de dónde habían salido, tal vez de los conventos, de recibir una formación muy estricta o tal vez habían sido abducidos por marcianos, no sé. Yo vine con miedo de encontrar una España católica y fanática y la primera sorpresa fue encontrar un país completamente distinto al que esperaba. Tuve algunos comapañeros que llamaban a su casa para decir: "¡Mamá, la madre patria es de puta madre!".
-¿Por qué mantiene una página web sobre literatura satírica?
-Uno de los escritores clásicos más grandes es Quevedo, y tiene la desgracia de ser más conocido él que sus obras. Quevedo me llena totalmente y cada vez que lo releo encuentro más, que es lo que sucede con los grandes escritores. Además, la literatura española explota la vertiente satírica mejor que otras literaturas... La sátira es la vida en ebullición.
-¿Llegó a saber si los estudios de mercado que hizo en su juventud tuvieron utilidad?
-Eran los primeros que se hacían, y creo que tendrían cierta utilidad aunque daban una visión muy grosera de España, en todos los sentidos: eran encuestas sobre jabones, hechas por los pueblos... Hice de todo, luego marché a Bruselas, y lavé coches y trabajé en un almacén, donde me pilló el Mayo del 68...
-Que según usted fue una "cojudez", como el invento del bidé.
-Efectivamente, tuvo poca utilidad, no sirvió para nada, a la vista están los resultados. Bruselas fue el espejo de París, pero yo pasé el mayo en un sótano, cargando pantalones "Lewis" y estudiando informática; menos mal que entonces nadie sabía nada de informática (risas)... Un fin de semana vine a España y rapté a la que hoy es mi mujer... (risas) Sí, fue un rapto, ella tenía 22 años y yo quinientas pesetas en el bolsillo, aunque con aceptación de la raptada, que organizó todo el papeleo.
-Una vez que encontró trabajo en Bruselas se quedó sin él por denunciar corrupción.
-Conseguí un puesto como traductor en un organismo belga de cooperación con países del Tercer Mundo. Me encomendaron un asunto de logística para enviar material a Africa. Se les enviaba libros y yo comprobaba las facturas de una librería católica que hacían referencia a manuales de Historia, Física, Química...Todo eso iba al puerto de Amberes con destino al Congo Belga. Pero un fin de semana se me ocurrió irme a Amberes de paseo, miré los contenedores que yo había consignado, me asomé y allí lo que había eran novelitas rosas y policiales de segunda mano. Ingenuo de mí se lo comenté al jefe de mi departamento; me mandó callar diciéndome que a los negritos les daba igual una novelita rosa o un manual. Para que yo no hablara me hicieron participar en las reuniones en las que decidían qué material se enviaba, pero presenté mi dimisión cuando pretendieron enviar trampolines de piscina a las escuelas del Congo que ninguna tenía piscina.
-¿Qué problema tuvo con la policía de Franco?
-Escribí un articulito para el "Expreso" del Perú sobre el nombramiento de Muñoz Grandes como primer vicepresidente del gobierno de Franco. No gustó. Lo escribí desde el punto de vista jurídico, interpretando que como Franco no gobernaba por período definido, en realidad el vicepresidente sería su sucesor indefinido en caso de que muriera. Eso sentó fatal al embajador en Perú. Me llamaron al Ministerio de Información y Turismo, que entonces era ministro Fraga, pero yo no fui. Entonces me amenazaron, o dejaba de escribir o me expulsaban de España, donde estaba como estudiante extranjero. Además mi novia trabajaba justamente en ese ministerio, y yo ya iba a recogerla con mucho miedo (risas). Y eso que mis artículos normalmente eran turísticos, yo hablaba de Marbella y de la Costa del Sol.
-Pero no empezó como periodista sino como poeta. Y fue a buscar conformación a casa de Aleixandre.
-Si, gracias a Elena Quiroga, pionera entre las novelistas españolas, que era amiga de mis padres. Le enseñé a Aleixandre un poema que yo había titulado "Urbe odálica", una cosa que más cursi no podía ser. Me preguntó sobre la palabra "odálica" y le dije que me la había inventado yo. Entonces me respondió que estaba muy bien, pero que además de inventar palabras debía leer muchos sonetos. Sigo escribiendo poesía, que es un género que sólo se puede escribir en momentos muy determinados, porque el poeta de oficio es como ir por el campo y estar oliendo todo el día a tomillo y romero.
-Bueno, supongo que una vez que sobrevivió a la operación de fimosis que le hizo aquel amigo que se hacía pasar por médico no temerá usted a nada.
-Fue más que nada una aventura curiosa; médicamente creo que no tuvo ninguna complejidad, debo de ser muy simple anatómicamente...
(Sevilla, primavera/2003)--------------------------------------------------------------------------
INDICE DE ENTREVISTAS DEL LIBRO "LEONES Y CAMALEONES":
José Alcalá-Zamora Pepe Cala Diego Carrasco Aquilino Duque Pedro Gálvez Francisco García Tortosa Alejandro Jodorowsky María Larrañaga Vicente Núñez Leopoldo María Panero Miguel Pardeza José Pérez Olivares Antonio Reyes Mateo Juan Luis Romero Peche Luis Sanjuán Rafael Adolfo Téllez Vicente Tortajada Leopoldo de Trazegnies Julio Travieso Rodrigo de Zayas Carmen de Zulueta IR A LA PAGINA PRINCIPAL
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PAGINA ACTUALIZADA EL 10/6/2005