Muchos son los que en estas épocas de mudanza se autodefinen como ortodoxos para disimular su iniquidad o sus locuras. El exjesuita Leonardo Castellani es uno de estos casos por desgracia tan frecuentes dentro de la Iglesia católica.

¿Recuerda el chiste del que se mete a contramano en una autovía y al oir por la radio que hay un imbécil que va en sentido contrario piensa que no es uno sino muchos los que se le vienen encima? Es el razonamiento del fanático, del que termina poniendo bombas o lo recluyen a tiempo en un manicomio porque está peleado con el mundo entero, salvo con Dios, por supuesto. Al mencionado Leonardo Catellani no solo lo internaron en una residencia para enfermos mentales de Manresa sino que fue expulsado sin contemplaciones de la Compañía de Jesús por sus extravagantes ideas filosóficas.

Aquí en Sevilla también tenemos nuestro "caso Castellani" en el Palmar de Troya donde un forajido que se autotitula "Papa ortodoxo" ha conseguido levantar una basílica como la del Pilar de Zaragoza y ser reconocido como el auténtico representante de Dios por estúpidos meapilas encandilados con sus ideas disparatadas. Lamentablemente en Francia hay otro: Marcel Lefebre. Y en México otro: Marcel Maciel. En USA hay más sectas de este tipo que botellines de cerveza en el bar de Manolo en Triana. Todos son sacerdotes catastrofistas, orates milenaristas, todos de ultra derecha y todos excomulgados como Castellani.

Estos tipejos ensotanados que utilizan el poder psicótico de la religión como cloaca para evacuar su ideología antisolidaria y contraria al desarrollo de la humanidad se esfuerzan en difundir sus delirios paranoicos en la prensa diaria. Actualmente sus discípulos se enfrentan al Vaticano del Papa Francisco (Bergoglio) porque condenan su tolerancia con divorciados, gays y mujeres que han tenido que abortar, y acusan al sínodo de estar lleno de "obispos bellacos" que "bendicen los derechos de bragueta". Su osadía es sorprendente porque algunos de los activistas más furibundos de esta ideología arcaica se han beneficiado de la anulación vaticana de su propio matrimonio para volverse a casar,

Por otro lado, nombrar la "bragueta" en la Iglesia católica es al menos inoportuno habida cuenta de los innumerables casos de pederastia que se dan en su seno y aún no sabemos hasta donde llegan los tentáculos de la corrupción sexual eclesiástica. El Papa Bergoglio, si antes no lo envenenan como ha sido habitual entre Papas, a lo mejor podrá poner fin a este escandaloso escarnio social.

En mi condición de ateo siento repugnancia por esta exaltación fanática de lo más sórdido de la especie humana que realizan estas ratas de sacristía rechazando toda clase de renovación, de limpieza, de puesta al día de esa religión judaica heredada que tuvo su razón de ser en épocas medievales pero que hoy se ha convertido en una herramienta anacrónica y corrupta, si Bergoglio no lo remedia.

Leonardo Castellani es uno de los maestros de esta especie de fundamentalistas modernos que se creen recibir la palabra directa de Dios como el automovilista del chiste la recibiría del helicóptero de la Guardia Civil. Cuando estos perturbados mueren en accidente de tráfico mental no van al infierno de la película de Mátrix que se han inventado, ni al cielo que carece de las once mil vírgenes musulmanas pero que abunda en vírgenes inmaculadas y santas martirizadas. No, estos sujetos viven su propio infierno aquí en la tierra día a día, en su constante obsesión contra el mundo equivocado que les rodea y sin poder demostrar su "Suprema Verdad" fuera de los manicomios o de los sospechosos antros místicos que frecuentan, si no lo hacen en templos como el del Palmar de Troya donde san Francisco Franco mira desde el altar con sonrisa sardónica a todos estos pobres desgraciados hijos suyos llamados a disciplinar el mundo.