Enigmático era este personaje, contemporáneo de Boccaccio, del que no se conoce ningún otro dato fuera de los que consigna en su obra, como si hubiera querido hacer una caricatura humorística de sí mismo, no exenta de cierta vanidad, porque si aceptamos como válida su biografía, también pudieron serlo sus aventuras. Se hacía llamar Arcipreste de un pueblo de la provincia de Guadalajara, Hita, sin embargo sabemos que, al menos en 1351, ya no lo era, porque aquel año el arcipreste de Hita se llamaba Pedro Fernández, según Tomás Antonio Sánchez.
Su nombre y apellido los encontramos en la estrofa 19:
Su vida está envuelta en un halo de misterio que sólo se puede desvelar intentando interpretar las claves contenidas en su libro. Los tres manuscritos que han llegado hasta nuestros días no llevan título, fue R. Menéndez Pidal quien propuso llamarlo "Libro de Buen Amor" basándose en los versos del propio Arcipreste (c.1629-1630), que dicen así:
Y pues de todo bien es comienzo y raíz
María, Virgen santa, por ello yo, Juan Ruiz,
Arcipreste de Hita, aquí primero hiz
un cantar de sus gozos siete, que así diz:
En la primera estrofa de las recién mencionadas comprobamos que el arcipreste era un artista desprendido y sin ningún afán exclusivista sobre su obra, deja via libre a los juglares para que añadan y enmienden lo que quisieren. En esa época era frecuente que los clérigos escribieran coplas para juglares en vez de hacerlo para la clerecía. Eran los llamados "goliardos", que con el pretexto de ir a estudiar a distintas escuelas y universidades, se pasaban la vida peregrinando de ciudad en ciudad, permitiéndose toda clase de libertades. En las coplas 1513-1514 dice expresamente que ha compuesto muchas coplas para juglaresas moras y judías:
Cualquiera que lo oiga, si hacer versos supiere,
puede más añadir y enmendar, si quisiere;
ande de mano en mano, téngalo quien pidiere,
cual pelota entre niñas, tómelo quien pudiere.Ya que es de Buen Amor, prestadlo de buen grado
no desmintáis su nombre, no lo hagáis reservado
ni lo deis por dinero, vendido o alquilado,
porque pierde su gracia el Buen Amor comprado.
Después fiz muchas cantigas de dança e troteras,
para judias e moras e para entenderas
e para instrumentos de comunales maneras;
el cantar que non sabes óilo a cantaderas.Cantares fiz algunos de lo que dizen los ciegos
e para escolares que andan nocherniegos
e para otros muchos por puertas andariegos
caçurros e de bulrras, no cabrian en diez pliegos.El Arcipreste discrepa de los goliardos en que no es un poeta tabernario, aficionado al vino y al juego, pero coincide con ellos en su apetito amoroso, aunque, dice R. Menéndez Pidal, no lo concibe como "libertino desorden de juventud" sino como "acatamiento rendido a los vitales mandatos de la naturaleza, gozoso rendimiento al eterno triufo del Amor".
La edición que hiciera T. A. Sánchez en 1790, se publicó como "Poesías del Arcipreste de Hita". En 1864, lo reeditó Janer con el título de "Libro de los cantares de Joan Roiz Arcipreste de Fita".
En el manuscrito llamado de Salamanca, compuesto en 1343, trece años después que el primero (de Toledo), el Arcipreste añadió coplas que hacen referencia al tiempo que pasó encarcelado por orden del arzobispo de Toledo (c. 1674): "Libra mi, Dios mío, desta prisión do yago"... "en presión sin meresçer". Juan Ruiz atribuye su encierro a intrigas de "traydores", "mezcladores" y calumniadores.
Se supone que estuvo preso entre los años 1337 y 1343 y que en la prisión preparó la segunda versión de su libro. ¿Pero por qué motivo se le encarceló? ¿Tal vez se juzgó que el libro atentaba a la moral? Resultaría absurdo entonces que dedicara su estadía en la cárcel para preparar la segunda versión del delito que allí lo retenía, como bien apunta María Brey Mariño.
Se supone que nació en Alcalá de Henares, atendiendo a la copla 1510, donde la vieja Trotaconventos requiere los amores de una mora para el Arcipreste, de esta manera:
Si aceptamos el retrato, que de él hace la vieja Trotaconventos, para conseguir esta vez los amores de la monja doña Garoza, (coplas 1485-1489) su imagen sería:
- "Hija, mucho os saluda uno que es de Alcalá
y os envía una zodra con aqueste albalá;
el señor os protege, muchas riquezas ha.
Tomadlo, hija, señora". La mora: "Legualá".
Ciertamente no es un retrato para que nadie pueda sentirse orgulloso, pero tal vez lo hiciera para darle, irónicamente, mayor realismo a sus coplas.
"- Señora - diz la vieja-, yo le veo a menudo;
el cuerpo tiene alto, piernas largas, membrudo,
la cabeza no chica, velloso, pescozudo,
el cuello no muy alto, pelinegro, orejudo."Las cejas apartadas, negras como el carbón,
el andar muy erguido, así como el pavón,
el paso firme, airoso y de buena razón,
la su nariz es larga; esto le descompón.
La sociedad española del siglo XIV en la que vivió, amó y disfrutó el Arcipreste es un tanto peculiar. En plena reconquista continuaban conviviendo cristianos, árabes y judíos, con su correspondiente mestizaje racial y cultural de moriscos y mudéjares (musulmanes que habían adoptado el cristianismo) y mozárabes (cristianos que vivían en los territorios musulmanes). Por eso, el Arcipreste en sus lances de amor, tan pronto pretende una monja de convento como una mora. El propio idioma castellano estaba en formación y ha sido necesario modernizar el texto con la gramática actual, para que lo podamos leer los no especialistas.