Se llegó al fin a perpetrar el acto de barbarie contra la biblioteca de la universidad de Sevilla. Los autores no son vándalos venidos de lejos sino un pequeño grupo de vecinos que la ejecutan con la ley en la mano. Han conseguido imponer la sinrazón de la barbarie en pleno siglo XXI.
La ley, cuando se aplica sin sensatez, se convierte en un absurdo más de nuestra sociedad intolerante. En alguna ocasión con la ley en la mano se condenó a la pena capital a un caballo por haber tirado a su jinete de alta alcurnia, el brinco equino fue considerado un atentado contra la Casa Real de aquella monarquía surrealista.
El Prado de San Sebastián es un parque de nueva creación donde antes aparcaban autobuses y camiones que se formó hace pocos años como apéndice del de Mª Luisa.
La biblioteca iba a ocupar menos del 5% de la nueva superficie verde, su construcción en gran parte era subterránea y no se elevaría sobre el terreno más que el montecito Gurugú donde juegan los niños en el vecino parque de Mª Luisa. Con la sentencia de demolición las hojas blancas de los libros no van a poder convivir en hermosa armonía con las verdes de los árboles.
¿Cómo se ha llegado a este despropósito jurídico? Pues porque unos vecinos poco informados creyeron que la biblioteca desvalorizaría sus pisos con ventanas al Prado y alegaron su ilegalidad porque el terreno estaba calificado como zona verde. Los jueces aplicaron la ley a "rajatabla" y sentenciaron su derribo cuando ya se llevaban gastados cuatro millones de euros de los impuestos de los sevillanos.
La biblioteca no sólo habría revalorizado los pisos de los bárbaros que pidieron su demolición sino que habría dado mayor prestigio a la universidad hispalense y a Sevilla y los ciudadanos hubiéramos podido beneficiarnos de un enclave de estudio e investigación en plena comunión con la naturaleza.
No ha podido ser, se aplicó la ley sin fisuras. Lo paradójico del caso es que aún quedan espacios libres en el Prado y no sería extraño que otros, también con la ley en la mano, planten algún establecimiento "cultural" más acorde con nuestros tiempos, como por ejemplo un McDonald, una gasolinera o un centro comercial en las inmediaciones del barrio.
El lugar que debía ocupar la biblioteca de la arquitecta iraní Zaha Hadid quedará como símbolo de los nuevos actos de barbarie que se perpetran en la absurda sociedad "legalista" que hemos creado, donde los intereses económicos de unos pocos pasan por encima del interés general de progreso cultural de las generaciones futuras.
Ver también: La biblioteca del Prado (Sevilla)