FRANCISCO AYALA, TESTIGO DEL SIGLO XX
 
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Cuando cumplió los cien años pensamos que era inmortal. Nos acostumbramos a verlo eternamente igual. Ha muerto con ciento tres larguísimos años. Había nacido en Granada en 1906 bajo el reinado de Alfonso XIII y ha muerto bajo el de Juan Carlos I. Desde los dieciseis años de edad fue un transterrado. Vivió en Madrid la dictadura de Primo de Rivera y la II República Española. Sufrió la Guerra Civil. Se exilió a la llegada de la dictadura del general Franco. Su periplo de exiliado pasó por Cuba, Argentina, Puerto Rico, México y Estados Unidos. A la muerte de Franco en 1975 volvió a España definitivamente.
Declaraba no "sentirse" andaluz, sino "serlo", haberlo sido siempre. Paseó por medio mundo su bonhomía y prudencia de granaíno fino, su talento literario, su mirada clara sobre el mundo, como si siempre estuviera contemplando una Alhambra imaginaria. No cabía en él un ápice de resentimiento. Su vida la dedicó a escribir, a enseñar y a filosofar sobre su tiempo, consciente de que la cultura hace al hombre cada vez más humano.
Fue uno de los grandes que tuvieron que abandonar su tierra. España, madre injusta, lo expulsó de su seno, pero él volvió, volvía siempre a sus raíces soterradas frente al Albaicín.
El sentimiento que irradia su muerte no es de pena, ni de rabia, es simplemente de perplejidad ante la desaparición de lo que él representaba: la esencia universal de lo humano.
Leopoldo de Trazegnies Granda
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PAGINA ACTUALIZADA EL 5/11/2009