MALRAUX EN LOS CIELOS DE ESPAÑA

por Leopoldo de Trazegnies Granda

 


Me emociono hojeando un libro de fotografías de André Malraux en la Guerra Civil Española, comentado por su compañero de escuadrilla aérea, Paul Nothomb.

Las fotografías se deben a otro combatiente idealista, Raymond Maréchal. Son imágenes evocadoras de un tiempo de guerra pero llenas de sentimientos nobles, fraternos, en algunos casos sentimentales y en otros casos nos muestran la crudeza de la vida en el "cielo de batalla" más que en el campo de batalla, que eran los cielos de Madrid, Badajoz, Málaga o Teruel.

Malraux, como tantos otros intelectuales extranjeros de las Brigadas Internacionales, quisieron colaborar en la defensa de la democracia española ante la amenaza nazi germánica. Él mismo se encargó de adquirir aviones y reclutar gente para las tripulaciones. En principio el presidente francés León Blum le negó el suministro de aparatos franceses, y tiene que comprarlos en los circuitos de tráfico ilegal de armas, pero más adelante, de forma casi clandestina León Blum acepta entregarle aviones Potez que habrían de enfrentarse a los disciplinados Heinkel alemanes y a los Fiat italianos. Luego llegarían los cazas rusos conocidos como los "Moscas" que tuvieron actuaciones decisivas en la defensa de Madrid, a tal punto que la gente les aplaudía desde las azoteas.

Se ha despreciado la importancia que pudo tener la escuadrilla Malraux en la guerra, a pesar de que su actuación en el frente de Madrid retrasara la toma de de la capital por las tropas franquistas durante tres años. O sus incursiones casi diarias en la batalla de Teruel, y de hechos puntuales como haber podido frenar a la columna de motorizados franquistas que perseguían salvajemente a la población malagueña en su huída hacia Almería con los dos únicos aviones decrépitos que aún les quedaban después de haber sufrido la pérdida de varias decenas de aparatos. Sin duda alguna su aportación fue pequeña comparada con las escuadrillas rusas. Su generosa entrega pasa casi desapercibida en los analisis militares posteriores. Sin embargo en las feroces batallas aéreas que protagonizaron  hicieron muchas bajas a la Legión Cóndor alemana y a la aviación italiana. Es cierto que la escuadrilla Malraux terminó totalmente aniquilada, los decrépitos aviones Potez en manos de estos pilotos idealistas no pudieron imponerse a la tecnología alemana al servicio del fascismo y muchos de sus pilotos perdieron la vida al caer derribados.

Fueron los últimos pilotos que se enfrentaron al enemigo en combates individuales no exentos de belleza. Las batallas aéreas eran una contradicción lírica, se desarrollaban en soledad y a veces bajo un profundo cielo azul hispano y sobre sierras cubiertas por un manto de nieve que sólo podían compartir con el enemigo al que debían derribar. Era la recreación de la vida humana: gozar de unos instantes estéticamente dichosos en un escenario destinado a la tragedia, como lo fue la histórica batalla de Teruel.

Malraux reclutó las primeras tripulaciones entre ex pilotos de Air France y más tarde entre ex combatientes de la Primera Guerra mundial que se mantenían volando en pequeñas líneas aéreas o habían acudido a contrabandear con alcohol en la Norteamérica de la Ley Seca. Eran mercenarios un poco especiales porque aunque cobraban se alistaban por convicción, o por lo menos declaraban que aunque les pagaran más no combatirían por el bando franquista. Sin embargo los mandos republicanos nunca estuvieron seguros de su fidelidad y recelaban que alguno se pasara a las líneas enemigas, no hubo ningún caso, en cambió al revés sí ocurrió, documentado está el caso de un Junkers franquista que aterrizó en el aeródromo de Alcalá de Henares pasándose a las filas de la escuadrilla Malraux.

 

El novelista André Malraux no podía ser un jefe ortodoxo, era un piloto de guerra anti militarista, le desagradaba el rigor de la disciplina, prefería la camaradería, por eso se sintió muy a gusto entre los anarcosindicalistas españoles. Se le respetaba y nadie discutía sus órdenes no por una cuestión de jerarquía que probablemente los mercenarios no tendrían muy en cuenta, sino porque se le apreciaba. Como escritor era un humanista, como militar un estratega frío y experimentado. Pero no dejaba de ser un perdedor, como casi todos los idealistas, aunque no por eso dejó de luchar hasta la total aniquilación de su escuadrilla. Al llegar a España ya era un escritor célebre en Francia por su novela "La condición humana" y entre sus amigos españoles contaba principalmente con José Bergamín, amigo a su vez de Alberti, Vallejo, Picasso...

 

Conocía las escasas posibilidades que tenía la República de ganar la guerra contra el bando llamado nacional. Casi todo el ejército se había sublevado con Franco y otros generales felones a la cabeza, en cambio los soldados republicanos eran milicianos calzados con alpargatas y armados con escopetas de caza a las órdenes de muy pocos militares de carrera que habían permanecido fieles al gobierno republicano. En cuanto a la aviación, aunque tres cuartas partes de la aviación española no apoyaba a los sublevados, estaba dotada con aparatos antiguos, pesados, dificiles de reparar, poco adecuados para entrar en combate. En cambio Franco tuvo desde el primer momento el apoyo de la aviación alemana e italiana, la legión Cóndor nazi, equipada con la tecnología aérea más avanzada para la época con un gran poder de destrucción que arrasó Guernica y masacró muchas ciudades españolas. Posteriormente Alemania emplearía a misma estrategia en la Segunda Guerra Mundial contra los aliados. Sin embargo a la pequeña escuadrilla Malraux que nunca tuvo en activo más de diez o doce aparatos a la vez, en ningún momento le invadió el desánimo y fue una de las primeras en enfrentarse a la demoledora maquinaria italo-alemana.

Una de las fotografías conocidas, tal vez de Robert Capa o de su pareja Gerda Taro (ella moriría en la cruenta batalla de Brunete) muestra a Malraux en Valencia rodeado de camaradas que lo zarandean cariñosamente mientras él continúa sonriente con las manos en los bolsillos, satisfecho de la fraternidad que se respiraba entre todos los que luchaban desesperadamente contra el fascismo. Paradójicamente, al terminar esa guerra maldita y de antemano perdida, Malraux publica una novela que titula: "L'espoir". En ella plasmó con realismo sus vivencias y las de los miembros de su escuadrilla. En esa fotografía también se puede ver a Margot, la compañera de Paul Nothomb, ambos partícipes en las Brigadas Internacionales. Hubo dos mujeres en la escuadrilla, la otra era Clara, mujer de Malraux.

Gracias a las fotografías de Raymond Maréchal y a los textos de Paul Nothomb del libro que tengo entre las manos, comprendemos un poco mejor lo que significó ese enfrentamiento salvaje y las ilusiones de esos republicanos demócratas de excesivo optimismo idealista, que creyeron poder vencer al fascismo en España.

Paul Nothomb es el tío abuelo de la novelista belga Amélie Nothomb. André Malraux se inspiró en él para un personaje apellidado Attignies en su novela “L'espoir”.

 

 

 

 

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