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Viernes 24 de septiembre de 2010. Estreno comercial de El gran Vázquez. Me encamino a los multicines más cercanos y mi primera sorpresa me la da la taquillera cuando le pido mi butaca en la fila cuatro, pasillo. Me responde: "Tiene usted todo el cine para usted solo, nadie ha comprado todavía una entrada".
Fui el único espectador, nadie más entró a la sala, estuve por decirle al encargado que no la proyectara únicamente para mí.
Cuando terminó la película comprendí la causa de mi soledad. Si el gran Vázquez fue el cretino que aparece en la pantalla no merecía una película, y si fue un gran dibujante la película no le hace ninguna justicia.
A la encarnación del gran Vázquez le falta inteligencia, simpatía, un ápice de ternura y sobre todo, sobre todo, le falta gracia. Es lo mínimo que se le puede pedir a un dibujante de historietas cómicas. Santiago Segura recuerda más a un mafioso de Chicago falsificando billetes que a un dibujante ingenioso. Es la antítesis de Anacleto, el personaje que nos entretuvo muchas horas en la infancia. Este Vázquez es un serio canalla, inexpresivo, hombre gris, sin ideas, sin ilusión, repetitivo, poniendo en juego cuatro timos tontos incansablemente, sus compañeros le ríen las gracias por no darle una hostia, el jefe lo aguanta porque le da pena y el contable de la editorial Bruguera, personaje de segunda fila, es el único que representa de maravilla su papel de furibundo cabestro detrás de un escritorio.
Lamentable. Lamentable que esta película se haya presentado en el festival de San Sebastián, el colmo hubiese sido que le hubieran dado un premio.