_______________
NAVIDAD, ODIOSA NAVIDAD
 
Como decía un cronista de la conquista de América, "la diferencia de los aires y mantenimientos y mudanza de constelación y polo" hace que en el Perú los exámenes de fin de curso se convoquen en diciembre. Odiosa Navidad, para los malos estudiantes del hemisferio sur como yo, mezclar las malas notas y los regalos infantiles era un suplicio.
 
Un año me peleé con Papá Noel. Le había pedido un casco de ciclista para poder sentirme como un campeón corriendo en mi bicicleta por las calles de mi barrio y me trajo un casco de esquiador.
 
Aquel verano navideño en Lima pasé un calor espantoso empeñado en utilizar ese artilugio que estaba perfectamente diseñado para nieves alpinas y no para canículas peruanas. Pero eso no fue lo peor, lo peor era mi intento de convencer a mis amigos que lo que llevaba enfundado en la cabeza y que me hacía sudar a chorros era un "casco de ciclista europeo".
 
Según la justicia divina que nos enseñaban me lo tendría bien merecido, ese año tampoco había aprobado. Era un mal estudiante, de los peores, me sentaba en las últimas filas de aquella desalmada aula jesuita, en la zona de los "viciosos", para poder desentenderme del profesor porque lo que pudiera decir no me importaba nada. Nos aleccionaban dentro de un mundo estático e inamovible, artificialmente moral, donde todo encajaba como en un puzzle y los buenos siempre tendrían un premio en esta o en la otra vida y los malos no podríamos escapar ni siquiera de la "Sección C" donde nos confinaban. Cualquier niño sabe cuando intentan instruirlo en una realidad sibilinamente falseada en razón de no sé qué extraños intereses, porque intuye que enseñar debe ser lo contrario de engañar.
 
No hace falta remontarnos a planteamientos krausistas para saber que lo fundamental en la enseñanza es transmitir al alumno la relación que existe entre sus conocimientos y la autenticidad de su vida. Si no se hace, no nos debe extrañar que demuestren desinterés por adquirir una información que les es totalmente ajena. No se les puede pedir que memoricen el pasado cuando su problema es el futuro, hay que alimentar su inteligencia para que con lógica e imaginación desarrollen libremente su propia percepción crítica y creadora del mundo que tienen que vivir.
 
El último informe PISA (Programme for International Student Assessment) señala a España a la cola de Europa en cuanto a formación, y a Andalucía a la cola de España. ¿Es que en España y principalmente en Andalucía se sigue enseñando de aquella manera?
 
En mi caso concreto, puedo asegurar que mis educadores ignoraban por completo estas premisas. Ese desajuste entre lo que se empeñaban en que aprendiéramos y lo que en realidad necesitábamos nos hizo perdernos las cosas más interesantes. Por ejemplo, no teníamos el menor interés por conocer el origen de nuestra especie, ni nos preguntábamos cómo había evolucionado hasta llegar a nosotros, no podíamos ni atisbar la magia que tiene la literatura, ni el misterio de las matemáticas, ni percibíamos el placer de la naturaleza, ni la belleza del arte, ni nos movía ninguna curiosidad por el desarrollo de la ciencia, ni por las relaciones humanas, ni por nuestros sentimientos... éramos simples receptores pasivos de datos que nos eran suministrados como si se tratara de píldoras incuestionables, pero que en la mayoría de los casos eran falsos y por lo tanto no sólo no nos ayudaban a vivir sino que nos alienaban, nos apartaban de la realidad misma.
 
Volviendo a mi estrafalario casco de ciclista, había sido un lamentable fallo del Viejo de Rojo que yo no supe reconocer. Los Reyes Magos, que vienen del desierto, no habrían cometido tan lamentable error, se hubieran dado cuenta nada más ver las orejeras de felpa que eso no podía servir para correr en bicicleta por los trópicos.
 
Al año siguiente me reconcilié temporalmente con las Navidades porque me trajeron un microscopio que no era de plástico sino de "a verdad". Ese instrumento colmó todas mis aspiraciones científicas y me concentré clandestinamente en inútiles experimentos despachurrando insectos. Ese mismo año cayó en mis manos una novela de Julio Verne y comprendí que aparte del sórdido mundo académico que terminaba en diciembre con los temidos exámenes, existía otro apasionante que empezaba en cualquier momento, en el momento que abriéramos un libro, por ejemplo, o en el momento que acercáramos un ojo a un microscopio y se nos abrieran mil emociones nuevas.
 
Yo no puedo decir con Sartre que "gastamos muchos años en aprender, para después tener que desaprender lo aprendido", a mí no me ha hecho falta "desaprender" casi nada porque en el colegio aprendí poquísimo. Eso se lo tengo que agradecer a mis educadores.
 
¡Lo que aún no logro entender es cómo llegaba a aprobar los exámenes en tan odiosas Navidades!
_______________
CABALLOS DE DOS HERMANAS
 
En las madrugadas los caballos de carreras sueñan con estrellas fugaces. Aguardan impacientes en sus cuadras. Saben que la claridad los hará livianos, que les llenará los músculos de viento para salir a correr por los anillos de un planeta verde.
 
Si antes los caballos famosos se llamaban Bucéfalo, Babieca o Molinero y tenían poderosas complexiones de velludo bronce, ahora en el hipódromo de Dos Hermanas se les conoce por Sweet Diane, Diablesca o Flying Diamond y son ligeros, altivos y nerviosos, conscientes de que lo único que cuenta es la velocidad.
 
Hay gente que prefiere la Velocidad de Pegaso al Idealismo de Ícaro.
(Gente es la que transita con premura entre ciudades, la que ocupa la calle con el propósito de comprar o beber compulsivamente, la que llena los medios de transporte, gente es la que va y viene sin destino. El siglo XX nos ha convertido a todos en gente, en bulla, en tiempo siempre a punto de agotarse).
 
Mientras la cuadrilla de potros sacude la brisa extraviada entre sus crines, los ingrávidos jockeys se suspenden del aire con finas bridas y palmotean los cuellos de sus dóciles monturas. Sus blusas de colores son una baraja de naipes desbaratada en la espesura del paisaje. Van a representar el triunfo mitológico de la Velocidad sobre el Idealismo, van a reafirmar nuestra vertiginosa competencia, nuestra civilizada apuesta cruelmente ganadora.
 
Alrededor del partidor las cabalgaduras perfilan sus nervios en la bruma. La intensa galopada que seguirá a la partida posee la belleza del arte efímero, de los versos escritos en las servilletas de los bares, de las miradas fugaces de amores instantáneos.
 
La caída de Ícaro no entorpecerá la victoria de Pegaso. La gente aplaudirá incansablemente al más veloz. Sucederá todo como en una película a cámara rápida, como en una metáfora que no llegamos a desvelar.
 
Y los perdedores seguirán corriendo carrera tras carrera, domingo tras domingo, soñando con estrellas fugaces.