P.- ¡ESPAÑA!

      Querida Sylvia,

      es tan oportuna tu pregunta sobre España que voy a responderte públicamente para que la pueda leer cualquiera que tenga interés, ahora que se oyen voces delirantes que exaltan las “bondades” de regímenes autoritarios frente al aparente caos democrático. Te hago un bosquejo de la experiencia española y sus nefastas consecuencias en este aspecto.

      La II República española instaurada en 1931 trató de democratizar una España absolutista desde el inepto Fernando VII causante de la independencia de Hispanoamérica, con el breve paréntesis de la I República (1873-1874). Sus principales objetivos fueron desarrollar económicamente al país, elevar su nivel cultural que era paupérrimo y repartir la riqueza agrícola y laboral de forma ecuánime. Construyeron 27.000 escuelas, financiaron la investigación, fomentaron el teatro, la literatura y la música, etc. Dictaron leyes para hacer de España un país europeísta, humano, dándole el voto a la mujer, regulando el divorcio en un Estado laico, regulando las relaciones laborales para evitar la explotación de las personas, creando organismos para administrar justicia social etc. etc. En fin, para recuperar a marchas forzadas una Revolución Francesa que no se dio en España.

      Lógicamente esto traería desórdenes puesto que las clases privilegiadas se sentían amenazadas y se negaban a abandonar sus privilegios. Un general curtido en las guerras de África, llamado Francisco Franco, consideró que los males de la democracia no se curaban con más democracia, más justicia, más cultura… sino con un gobierno autoritario similar al nazi que se formaba en Alemania. Franco dio un golpe de Estado que le salió mal porque no todas las FF. AA. le siguieron y se crearon dos bandos, el republicano y el nacional.

      Unamuno, Ortega y Gasset, Marañón, Rafael Alberti, Cernuda, Lorca y toda la intelectualidad española, excepto José María Pemán, firmaron un manifiesto a favor de la República. Franco no le hizo caso a nadie y con otros cuatro generales y el respaldo de la Iglesia católica inició una cruzada que fue una de las guerras fraticidas más crueles que ha habido en el mundo. La intelectualidad mundial convocó un Congreso Internacional de intelectuales contra el fascismo en 1937 para llamar la atención sobre la masacre que estaba ocurriendo en España, en el participaron Malraux, César Vallejo, Aragón, Neruda y gran parte de la intelectualidad internacional. Desgraciadamente no sirvió de mucho y la guerra continuó durante dos años más.

      Franco ganó la guerra gracias al apoyo de Hitler y de mercenarios marroquíes. Se conoce el bombardeo de Guernica debido al cuadro de Picasso, pero la aviación nazi, la legión Cóndor, bombardeó también Madrid, Málaga, Sevilla, Barcelona y todos los puntos estratégicos de la península ibérica. Los alemanes bombardeaban experimentado las bombas destructivas que emplearían después en la II Guerra Mundial y una vez que estaba en ruinas la ciudad entraban los mercenarios marroquíes arrasando a la población. Por último entraban los funcionarios fascistas que en juicios sumarios ordenaban fusilar a todo sospechoso de no apoyar la nueva dictadura. Sólo se salvaron los que lograron huir en barco por Valencia que fue la última en caer en manos de los facciosos, exiliándose en México, Argentina o el Perú donde tuvimos el honor de recibir a republicanos tan ilustres como Corpus Barga (Andrés García de Barga y Gómez de la Serna) fundador de la Escuela de Periodismo de San Marcos. No es extraño que el historiador Paul Preston califique lo ocurrido en España como un auténtico genocidio.

      Franco instauró un régimen de terror donde uno de sus generales decía que cuando oía la palabra “cultura” sacaba la pistola. Y otro gritaba “¡muerte a la inteligencia!”, frases que le causaron un infarto al filósofo Unamuno, muriendo tres semanas después de oirlas.

      La posguerra duró 40 años, 40 años de condenas a muerte por razones políticas o por simples sospechas. En juicios sumarios se ajusticiaron a intelectuales que habían manifestado su apoyo a la democracia, a la mayoría de los maestros de los pueblos porque se les consideraba “peligrosos”, a todo el que había estado relacionado con el bando republicano, o sospechoso de no comulgar con las ideas fascistas, por eso Paul Preston dice que fue un auténtico genocidio. La ciudadanía vivía atenazada por el pánico, sin garantías porque la justicia obedecía a la política dictatorial. Era la “Eapaña del silencio” porque nadie quería hablar por temor al régimen. Luis Martín-Santos escribió valientemente su novela titulada “Tiempo de silencio”, la censura no se percató y pudo publicarla en 1962. Esa España de Franco vivió aislada convirtiéndose en uno de los países más atrasados de Europa, hasta que Eisenhower la reconoció a cambio de que le permitieran instalar bases militares en España en su confrontación contra la Unión Soviética. Esto permitió cierto intercambio comercial con el resto del mundo que elevo un poco su nivel económico y los defensores del régimen se apresuraron a llamar “milagro conómico de los tecnócratas franquistas” a lo que no era más que un tímido despertar en la economía internacional. El régimen de terror duró hasta 1975, Franco firmó las últimas condenas a muerte pocos meses antes de su muerte.

      Las consecuencias de tan nefasto régimen aún las sufrimos después de 42 años de la muerte del general felón que provocó tan nefastos acontecimientos. España, desde 1978, que aprobó una constitución democrática, viene tratando de reconstruir ese país humanista que era el objetivo de la II República, con altibajos de gobiernos progresistas (PSOE) y conservadores (PP). El gobierno actual, presidido por Mariano Rajoy es el heredero directo del franquismo. A la muerte del dictador uno de sus principales ministros, Manuel Fraga Iribarne, fundó su prolongación democrática en el partido Alianza Popular que se ha convertido en el actual Partido Popular. Miembros relevantes del PP se opusieron a la constitución democrática de 1978, como José María Aznar, lo que indica cuál era la posición del partido fundado por Fraga. Por tal motivo aún colea en Españe lastres de épocas pasadas, como la presión de una moral cavernaria de los prelados católicos, los abusos de los poderosos que después de la guerra retomaron sus prácticas abusivas, el ejército preñado de golpistas como el teniente coronel Tejero que protagonizó una nueva intentona de retrogradar al país en 1981 y también la corrupción heredera del régimen fascista franquista, que estamos viviendo en estos días en las familias franquistas de Rato, Bárcenas, Blesa (que se suicidó hace dos días), Granados, Ignacio González y otros 890 delincuentes pertenecientes al gobierno actual del PP. Esperemos que lo pasado no vuelva a suceder y que lo actual cambie pronto. Espero, querida Sylvia, que este rápido resumen te sirva para analizar la situación actual tanto en el Perú exfujimorista como en la España exfranquista.